FUENTE: Revista Iberoamericana de Cirugía Vascular, Vol 9, nº 1, OPINIÓN. 2021.

Por Marcelo Diamant*

La cirugía es una profesión hermosa y apasionante, arte, ciencia, humanismo, compromiso, desafíos, éxitos, fracasos, nuevos comienzos. Podría seguir adjetivando y seguramente quien lea este artículo agregaría otros elementos más. En suma, la cirugía comprende todos los componentes de la vida. Una vez escritos y aceptados los conceptos de la frase previa cabe preguntarse: ¿son buenos tiempos para que los jóvenes opten por esta profesión? Si enfocamos el análisis desde el desarrollo de las especialidades quirúrgicas no surgen elementos negativos; cada día aparecen nuevas técnicas, recursos y opciones apuntando a solucionar problemas no resueltos y obtener mejores resultados con menos agresión para los procedimientos conocidos.

Mas allá de lo que implica incorporar conocimientos esto no nos diferencia de otras especialidades y otras profesiones. Sin embargo, no dudo en afirmar que en estos días ser cirujanos y optar por ser cirujano es la antítesis de los mensajes que emite nuestra sociedad. Distingo tres planos diferentes a la hora del análisis: las características generacionales de los futuros cirujanos, las expectativas de la sociedad sobre el quehacer quirúrgico y las agresiones de distintos ámbitos al colectivo.

CARACTERISTICAS GENERACIONALES DE LOS FUTUROS CIRUJANOS
Jóvenes nacidos después de 1990, vale decir miliennials (generación Y) y prontamente generación Z. No es el objetivo del artículo profundizar en aspectos sociológicos pero fusionando conceptos sobre ambas generaciones, podríamos decir que son nativos digitales y que el desarrollo de la tecnología dio movilidad e inmediatez a los hábitos de consumo de esta generación. Son la generación del ya, crecieron en un mundo de gratificación inmediata: quieren ver una película y la descargan al momento, quieren comprar algo y con Amazon llega al día siguiente.

Su posicionamiento con el trabajo está guiado por el equilibrio con las otras facetas de la vida, es así que ponen límites que generaciones previas no eran capaces de imponer; a partir de esta realidad surgen muchas veces cuestionamientos a su profesionalismo y códigos éticos. Su posicionamiento con el trabajo está guiado por el equilibrio con las otras facetas de la vida, es así que ponen límites que generaciones previas no eran capaces de imponer; a partir de esta realidad surgen muchas veces cuestionamientos a su profesionalismo y códigos éticos.

Si bien este concepto está subyacente, es indiscutible que se trata de una generación que ha exigido firmemente y con éxito tanto a las compañías como a los hospitales, políticas de trabajo que les ayuden a encontrar un mejor balance para desarrollar sus actividades personales y laborales sin tener que sacrificar ninguna de las dos partes. Las generaciones más viejas tienden a glorificar el trabajo duro como una virtud en sí misma, pero el trabajo de la generación del milenio, al menos en la mayoría de los integrantes de el estrato universitario, busca obtener resultados dedicando menos horas sin privarse de su vida personal.

De esta forma, si el empleo no cumple con sus expectativas deciden cambiar a otro sin importar el tiempo en el que hayan prestado sus servicios. ¿Alguien puede afirmar que esto está mal? En los hechos uno de los disparadores para reflexionar sobre el tema y escribir el presente artículo, fue el planteo de un residente sosteniendo que no estaba dispuesto a llevar el estilo de vida que implicaba la cirugía, tanto en su etapa formativa como en el ejercicio diario de la misma. Hecho el planteo, no dudó un instante al momento de informarme que dejaría la residencia inmediatamente. Por supuesto no pidió mi opinión, simplemente me informo (pese a que había sido su docente en pregrado y tener una muy cálida y respetuosa relación).

Es interesantes que al tiempo que hablábamos de su decisión, manifestaba el profundo interés que tenía por la cirugía y la inmensa admiración que sentía por los cirujanos y su sacrificio. Mientras esto sucedía en mi servicio una situación muy similar se presentaba en otro hospital. La formación del cirujano general se establece según distintos autores entre 5 y 7 años. En cirugía vascular que es la especialidad que ejerzo es entre 7 y 10. Me refiero con estos plazos a aquellos en que el profesional puede solucionar con comodidad intelectual y manual la amplia mayoría de las situaciones clínicas que se le presentan. Quizás alguien pueda opinar que el tiempo de formación pueda ser menor, de todas maneras la unidad es años y después de haber obtenido el título de médico.

Otra importante característica es el vínculo que establecen con los docentes. Antes la relación docente-alumno era asimétrica y se consideraba al docente como autoridad intelectual. En la actualidad los jóvenes ven a sus docentes como pares intelectuales, a partir de lo cual pretenden establecer una relación más simétrica. La horizontalidad, que muchos reivindicamos en el plano teórico, cuesta aceptarla en la práctica diaria. Quizás esto funcione bien en otras áreas, pero la cirugía tiene una estructura piramidal, se estudia en los pacientes y son ellos los que pagan errores.

En circunstancias, los estudiantes poseen información más actualizada que los docentes. En mi experiencia esto no es un problema, sino que es el alma de la docencia, en un proceso que siempre fue bidireccional. Visto de esta manera se trata de una fortaleza y no por ello el valor de los docentes o cirujanos experientes está en tela de juicio. Una conjunción de respeto, sentido común, instinto de supervivencia, y reconocimiento a lo vivido, hacen que los estudiantes no solo no discutan las decisiones técnicas de las jerarquías (sobre todo ante casos complejos) sino que las buscan y las exigen. Sin embargo, existen ciertas dificultades para ejecutar órdenes asistenciales directas y cuando se expone el no cumplimiento de las mismas, se generan situaciones de tensión.

Por otro lado, en el plano laboral cumplen los compromisos una vez asumidos pero se presentan dificultades para la cobertura de los horarios o días menos deseados y para cubrir situaciones inesperadas. A mi entender la relación de horizontalidad que esta generación reclama constantemente, y las dificultades justificadas o no de las generaciones predecesoras para entender y aceptar estos patrones de comportamiento, también constituye una dificultad a la hora de elegir las especialidades quirúrgicas, o de mantenerse en los programas de formación.

Si aceptamos que los cambios de la sociedad influyen en las generaciones de los cirujanos en formación, es indispensable aceptar también que los mismos determinantes actúan sobre los docentes, quizás con menos impacto, pero impacto al fin. Es así que el deseo de reconocimiento a su tarea y esfuerzo, las presiones de lo laboral, las propias expectativas y las realidades familiares entre otras variables, también influyen en la actitud docente y en su comprensión y tolerancia a las situaciones que se van generando. Este punto muy interesante en sí mismo no es el eje de la presente reflexión y si bien no lo profundizaremos, no es posible soslayarlo.

DEMANDAS DE LA SOCIEDAD
La sociedad acepta con agradado muchos de los nuevos códigos y se van generalizando. Sin embargo, esto no funciona tan bien en la medicina y mucho menos en la cirugía. Quizás la importancia de nuestra tarea y la intensidad de las situaciones emocionales generadas cuando alguien es operado, expliquen que los involucrados o sus familias aspiren a que los cirujanos tengan la dedicación y el compromiso característicos de la generación Baby Boomeres o X (entiéndase ésta como intensa, y sin restricciones temporales).

A esto debemos agregar que en el último siglo la medicina ha avanzado mas que en toda la historia previa. Son de tal entidad los descubrimientos y logros que en el imaginario colectivo se posa la idea de inmortalidad y se transfieren las responsabilidades a los médicos, en nuestro caso, a los equipos quirúrgicos, cuando el resultado no es el esperado por el entorno del paciente. Por supuesto que esto se refiere a parte de la población, es evidente que la cordura y el sentido común habitan también en un alto porcentajes entre los pacientes asistidos y sus familias.

Estos dos puntos convierten a la medicina y en especial a la cirugía con su evidente relación causa-efecto en una profesión de extrema demanda temporal y emocional.

COLECTIVO AGREDIDO
El error convive con nosotros y su frecuencia no es despreciable. Los malos resultados con buena praxis obviamente existen y son la mayoría, por supuesto que existen malos resultados también vinculados a mala praxis. Las relaciones laborales con toda su multiplicidad de factores pueden generar tensiones de todo tipo. Las respuestas individuales o colectivas pueden ser criticables. Hechas estas salvedades, la prensa y las redes sociales, generan constantemente noticias y opiniones que pueden ser positivas o negativas.

Aceptemos que existe un porcentaje de críticas que merecemos, tanto individual como colectivamente. Sin embargo, al momento de criticar o agredir no hay una preocupación por separar la cirugía como profesión de los eventuales responsables de una situación particular, desprestigiándola injusta e impunemente. A esto se suma que es imposible contrarrestar falsas noticias cuando se viralizan.

La segunda fuente de agresión es la proveniente de ámbito político. En este punto debo hacer dejar sentado mi desconocimiento en relación a si este es un fenómeno local (mi país) o si se replica en otros países y continentes. Asimismo debo decir que estas situaciones no son permanentes ni mucho menos, pero no por esporádicas son soslayables. La salud es un bien social reconocido, con gran consumo de recursos económicos y muchas veces eje del accionar de los gobiernos.

Es en ese contexto que las diferencias de orden económico o los problemas técnicos o del sistema, se intentan resolver con inaceptables niveles de agresividad, una vez más, sin tomar en cuenta el impacto de determinadas declaraciones o mensajes referidos a la profesión y por tanto a quienes la practican, que finalmente se convierten en un grupo vulnerable.

Los avances tecnológicos se imponen, pero en algunas ocasiones estos “avances deben revertirse al comprobar su ineficacia o falla. En este transitar suelen aumentar los gastos y muchas veces aparecemos como los responsables del aumento de los costos en salud. En este derrotero las acusaciones de mercantilistas o similares no tardan en llegar. El hecho de tener el título de cirujano no da un salvoconducto a cada técnico, pero la idoneidad moral y el profesionalismo grupal están por encima de desviaciones aisladas y el primer compromiso sigue siendo con los pacientes.

Los problemas del colectivo quirúrgico deben resolverse; unas veces la razón está de un lado y otras del otro. Cuando las polémicas surgen y ponen en tensión al sistema, el poder suele usar como estrategia el ataque a la profesión en sí misma. La medicina tiene como base la relación médico-paciente y ella se sustenta en una confianza preestablecida que viene desde los comienzos de la historia. Al horadar esta confianza se atenta contra la salud, se favorecer la pseudomedicina, la medicina defensiva y la judicialización. No se trata de una visión corporativista donde no se acepten las sanciones si correspondieran, se trata de llevar las diferencias en los planos correctos.

Cuando la agresión viene de la prensa y mucho mas si esta es sensacionalista, el problema es de menor entidad, pero cuando la agresión viene de los gobernantes que son elegidos democráticamente, el problema es mayor y deja secuelas en la memoria colectiva que son difíciles o imposibles de borrar.

Los tres planos analizados, solos o en su conjunto, a nivel consciente o inconsciente, forman el contexto en el que los jóvenes médicos deben decidir su futuro. Retomemos la pregunta que hacíamos al comienzo del presente: ¿Son buenos tiempos para que los jóvenes opten por nuestra profesión? ¿Los condicionantes sociales independientemente de la vocación acercan o alejan a los jóvenes médicos a optar por la cirugía? La vocación es sin duda determinante a la hora de tomar la decisión sobre el futuro laboral, pero los condicionantes externos, sociales y sociológicos juegan su rol.

A mi entender todos estos mensajes terminan por entrelazarse y desestimulan a los jóvenes para tomar el camino de la cirugía. Por supuesto que todo lo analizado no impacta exclusivamente en los cirujanos, sin duda debe impactar en todas las especialidades medicas y también en el momento de inclinarse inicialmente por la medicina; pero a mi entender en las áreas quirúrgicas es donde el impacto es mayor. Hasta aquí las respuestas a la pregunta planteada en el segundo párrafo.Aun así, año tras año hay una población de jóvenes que finalmente abordan su formación en las distintas disciplinas quirúrgicas.

Se impone entonces una nueva pregunta: ante este panorama, ¿cuál es el rol de los cirujanos formadores de cirujanos? No es aceptable ser meros espectadores de estos fenómenos. ¿Cómo posicionarnos ante estas realidades? Aquellos que asuman su condición de docentes y/o acepten un rol de liderazgo deberán polemizar frontalmente con aquellos que agredan a la profesión haciendo una defensa general de la misma, evitando estas acciones de descredito ante la sociedad, que final y conceptualmente es la agredida.

En otro plano de acción debemos trabajar hacia la población, explicando de que se trata la profesión, reivindicando el compromiso y humanismo con que actuamos y simultáneamente plantear los limites que existen y el manejo de las expectativas colectivas. Al mismo tiempo y sin rebajar los estándares de aptitudes y actitudes, es imperativo generar nuevas opciones formativas, incorporando los valores, posicionamientos, reivindicaciones y parámetros de conducta de las generaciones de futuros colegas. Difícilmente se puedan cambiar o frenar todos estos fenómenos, es mas muchos de ellos amén de ser inexorables son esencialmente correctos. Los cambios se aceleran y seguramente se seguirán acelerando.

Debemos como generación, garantizar la continuidad de las especialidades quirúrgicas así como los marcos generales técnicos, tácticos y éticos de su ejercicio. También debemos trabajar para que la plasticidad intelectual sea patrimonio de los futuros cirujanos, logrando que posean al mismo tiempo el don de la critica y la autocritica así como gran capacidad de cambio y adaptación.
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Marcelo Diamant es profesor agregado de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Uruguay, jefe de Servicio de Cirugía Vascular Hospital Pasteur Montevideo, presidente de la Sociedad Uruguaya de Cirugía Vascular y
Endovascular ( SUCIVE) y expresidente de LA Asociación Latinoamericana de Cirugía Vascular y Angiología (ALCVA).